Cuando el cementerio se halló el silencio, una joven se
acercó y se agachó frente a la lápida. No traÃa flores ni regalos, solo una indescriptible
sensación de vacÃo que le atenazaba el pecho. Quiso decir algo como que lo
sentÃa mucho, que apenas la conocÃa y que aunque no recordara ni un momento con
ella, lo lamentaba mucho. MuchÃsimo. Ella misma ignoraba que el impacto hubiera
sido tan grande.
No habÃa asistido al funeral ni en la misa. Le
parecÃa una falta de respeto estar allà junto a todas esas personas que sà la
habÃan conocido, que habÃan reÃdo y llorado con ella y que habÃan hilado un
lazo mucho más fuerte que el suyo. Se imaginó yendo sola al cementerio y
dedicándole unos minutos de su intimidad. Una despedida formal, pero no frÃa.
¿Qué plan podÃa tener Dios para una muchacha de diecinueve
años? ¿Qué terrible mal habÃa hecho? Sacudió la cabeza, estremeciéndose al
pensar en la suerte que tenÃa simplemente por vivir un dÃa más. Nunca pensó que
le sucederÃa a alguien conocido.
Unas pisadas le sacaron de su ensimismamiento. Alicia sintió
la mano de Eric en el hombro, apretando suavemente, transmitiéndole un poco de
apoyo. Volvió a parecerle irónico que él, un gran amigo de Nuria, le consolara
de esa manera.
Pero es que fue asÃ, e inevitablemente Alicia lloró y no se
calmó hasta que hubo algo de esa brisa ladrona de lágrimas. Se sentaron juntos
al pie de la lápida, releyendo infinitas veces su nombre, recordando cada facción
de su rostro. Alicia nunca habÃa hablado con ella, pero podÃa dibujarla.
—Escucha, todo está bien —oyó que le decÃa Eric—.
Sobrevivieron los demás. Algo es algo.
Alicia murmuró algo incomprensible, pero él se limitó a
estrecharla entre sus brazos. La acunó suavemente.
—Vámonos, venga. Es hora de dejarle descansar.
Ambos se pusieron en pie, y Alicia entornó los ojos. La
tristeza pasó a la furia, y cuando la furia se desvaneció, halló el vacÃo con
el que habÃa llegado.
—Es injusto, Eric, injusto. Yo nunca… tú… ha pasado tan
rápido… Yo no me lo creÃa, y…
Eric la silenció con una triste sonrisa y le hizo dar los
primeros pasos hasta el coche. Después se abandonó a la inercia (o a la voluntad
de su amigo) y salieron de allÃ.
Esta es mi forma de decirte adiós. Es lo poco que puedo aportar, pero quiero que sepas que lo siento. Y a los lectores: siento si hay faltas o está mal escrito. Esto es lo que sale directamente del corazón, sin metáforas ni florituras.