Lo admito: no ha funcionado. Mi primera vez con Maggie Stiefvater no ha ido tan bien como esperaba. He pasado algunos baches por alto y aun asà no he conseguido conectar con el universo de la autora, asà que solo me queda explicar por qué.
Que lo he leÃdo en español. Os aseguro que no tiene nada que ver. He pasado de la musicalidad a las frases forzadas; diálogos con cierta gracia en inglés convertidos en americanadas de pelÃcula. La voz narrativa no me resultaba creÃble, pocas veces conseguÃa ver las escenas a través de Blue. Me sentÃa viendo un paisaje con las gafas sucias. La profecÃa del Cuervo y The Raven Boys son como el agua y el aceite. No pegan. Me di cuenta en las primeras cincuenta páginas y lo tuiteé porque no entendÃa cómo habÃa gustado el libro a lectores afines a mÃ. Una de las sugerencias fue esa: léelo en inglés. Un capÃtulo o dos, veinte páginas. Encontrar tanta diferencia con respecto a la traducción fue un punto de inflexión. Estuve a punto de abandonar el libro.
Una vez asimilé que La ProfecÃa del Cuervo no era lo que esperaba ni lo serÃa en español, intenté centrarme en la historia. Me gustó que el tarot fuera real. Sin explicaciones mÃsticas ni experimentos de por medio. La trama solo funciona si el lector cree a pies juntillas que la familia Sargent tiene un don especial y parte de una premisa muy interesante: Blue matará a su amor verdadero. A partir de aquà son todo incógnitas. Otro punto a favor es que el romance no es la piedra angular del libro, algo que una podrÃa esperar a raÃz de la sinopsis, sino que está sometido al eje principal de la búsqueda del Rey Glendower.
No me gustó el quinteto de cuervos ni la presentación de los personajes: chica que trabaja en la cafeterÃa del colegio privado y carÃsimo donde estudian el resto de protagonistas, unos chicos ricos cuyos matices los convierten en personas super especiales. La forma que tienen de interactuar entre ellos me recordó al análisis de los pingüinos de Madagascar. Merece la pena echarle un vistazo. Digo que me vino a la memoria porque es fácil identificar a cada uno de ellos en un tipo de personalidad. Ninguno me pareció que bailara entre tonos de grises. AquÃ, Gansey tiene una obsesión de por vida y arrastra a sus amigos con él; Adam, acomplejado por su relativa pobreza, se infravalora constantemente; Ronan es el tipo agresivo con problemas al que hay que querer porque en el fondo es bueno, y Noah es el chico tÃmido que lo observa todo con su ojo crÃtico. No hay nadie normal.
La ProfecÃa del Cuervo no es una novela de acción intrépida estilo Cazadores de Sombras (que aborrecÃ) ni de desarrollo excesivamente lento. En algunos momentos le falta fuelle, con vacÃos entre los triggers que desencadenan las partes emocionantes de la historia. Sé que habrÃa encantado con quince años. Ahora, con veinticuatro, he sentido la llama de una buena historia y nada más.
Cada año, la noche de San Marcos, Blue Sargent acompaña a su madre al camino de los espÃritus para ver a los que morirán en los siguientes doce meses. Sin embargo, este año es distinto: Blue, la única de su familia que no tiene facultades adivinatorias, ha visto a uno de esos espÃritus, y eso solo puede significar que es su amor verdadero o que lo va a matar.Maggie Stiefvater tiene un estilo musical en inglés. Estructura las oraciones de tal forma que por muy largo que sea el párrafo, nunca se hará tedioso. Mi nivel de inglés es bastante básico y leo libros con un vocabulario relativamente sencillo en comparación con lo que podrÃa leer en español; aun asÃ, me ha sorprendido encontrar un lenguaje claro y bello al mismo tiempo. ¿Cuál es el problema, entonces?
Él se llama Gansey y es el estudiante más rico del colegio privado más elitista de la zona, la Academia Aglionby, cuyo emblema es un cuervo que todos los estudiantes llevan bordado en el jersey. Junto a Adam, un estudiante brillante, celoso del poder económico de sus compañeros; Ronan, un chico con problemas emocionales desde la muerte de su padre, y Noah, el observador taciturno que apenas habla, forman los chivos del cuervo, y están empeñados en descubrir la ubicación de la tumba del último rey galés, Glendower, el Rey Cuervo.
Blue sabe que debe mantenerse alejada de ellos, porque los chicos del cuervo siempre traen problemas. Aunque nunca podrÃa imaginarse el siniestro y oscuro mundo que los rodea, donde la magia dejará de ser un juego para convertirse en una amenaza mortal.
Que lo he leÃdo en español. Os aseguro que no tiene nada que ver. He pasado de la musicalidad a las frases forzadas; diálogos con cierta gracia en inglés convertidos en americanadas de pelÃcula. La voz narrativa no me resultaba creÃble, pocas veces conseguÃa ver las escenas a través de Blue. Me sentÃa viendo un paisaje con las gafas sucias. La profecÃa del Cuervo y The Raven Boys son como el agua y el aceite. No pegan. Me di cuenta en las primeras cincuenta páginas y lo tuiteé porque no entendÃa cómo habÃa gustado el libro a lectores afines a mÃ. Una de las sugerencias fue esa: léelo en inglés. Un capÃtulo o dos, veinte páginas. Encontrar tanta diferencia con respecto a la traducción fue un punto de inflexión. Estuve a punto de abandonar el libro.
Una vez asimilé que La ProfecÃa del Cuervo no era lo que esperaba ni lo serÃa en español, intenté centrarme en la historia. Me gustó que el tarot fuera real. Sin explicaciones mÃsticas ni experimentos de por medio. La trama solo funciona si el lector cree a pies juntillas que la familia Sargent tiene un don especial y parte de una premisa muy interesante: Blue matará a su amor verdadero. A partir de aquà son todo incógnitas. Otro punto a favor es que el romance no es la piedra angular del libro, algo que una podrÃa esperar a raÃz de la sinopsis, sino que está sometido al eje principal de la búsqueda del Rey Glendower.
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La ProfecÃa del Cuervo no es una novela de acción intrépida estilo Cazadores de Sombras (que aborrecÃ) ni de desarrollo excesivamente lento. En algunos momentos le falta fuelle, con vacÃos entre los triggers que desencadenan las partes emocionantes de la historia. Sé que habrÃa encantado con quince años. Ahora, con veinticuatro, he sentido la llama de una buena historia y nada más.