Escribes como un jardinero

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Yo soy cola, tú pegamento.

Cualquiera puede aprender escritura creativa. Existen cursos gratuitos y careros en formato online y presencial de toooodo tipo de géneros e impartidos por una cartera de autores interesantísima. Quien tenga ganas de aprender siempre conseguirá uno con el que inspirarse. Personalmente, no hay curso creativo más útil que relacionarte con otros de tu especie aunque sea para ir al cine y retroalimentar la ilusión ajena con la propia.

Encontrar autores en tu zona puede ser difícil si vives en una ciudad con poca oferta cultural o no tienes internet (sin sarcasmo) o tienes el tiempo justo para desmayarte en la cama al final del día. Casi todos tenemos un segundo primer trabajo que paga las facturas. Si sumamos hijos, responsabilidades adicionales y aficiones, las horas de escritura se convierten en segundos. ¡Como para apuntarse a cursos de escritura creativa! Es dramático, pero no mucho: las alternativas son interesantes. Por ejemplo, Brandon Sanderson graba sus clases de Escritura Creativa en la Universidad de Brigham Young y las sube a YouTube. Son breves, de quince minutos. En mi caso, ideales para escuchar mientras cocino. En ello estaba el otro día cuando aprendí una nueva manera de catalogar los tipos de escritor: exploradores (también llamados jardineros) y planificadores (o arquitectos). El debate brújula VS. mapa 2.0.


EXPLORADORES (DISCOVERERS)
George RR Martin se considera un explorador, aunque Sanderson prefiere denominarlos jardineros. ¿A qué viene este nombre? Pues a que estos autores dejan que sus historias crezcan solas, poco a poco, como una planta a la que riegan cada día. Trabajan mejor sin una estructura definida. Si esbozan un guion con los acontecimientos, se aburren porque la historia se vuelve predecible ¡para ellos mismos! Les gusta sorprenderse a medida que escriben, con inspiración o sin ella. No penséis que solo se sientan a escribir cuando las musas se pasan a tomar café.

 ¿Cuáles son los problemas habituales de los exploradores?

🔹 Revisan a muerte. Una y otra vez. Quieren el capítulo perfecto antes de continuar con el siguiente. Solo avanzan cuando alcanzan esta falsa perfección, que no es más que cumplir la autoexigencia desmedida de ese momento… porque al día siguiente su percepción habrá cambiado.
🔹 No saben hacia dónde va su historia. Finalizan el primer capítulo. Cuando terminan el segundo tienen una iluminación sobre el cauce narrativo que les obliga a cambiar ideas del primer capítulo. Así sucesivamente: el capítulo tres modifica elementos de los dos anteriores, el cuarto de los tres últimos… Todo, al menos, hasta que consiguen la dirección definitiva.
🔹 Finales sin resolución. Como se dejan llevar, desconocen dónde acabarán. En palabras de Sanderson: “lo que buscas de un final es que resuelva conflictos, que cierre una trama”. Los exploradores suelen dejarla abierta porque nunca se sabe, porque en realidad ellos tampoco saben si es un hasta pronto o hasta siempre.

Las principales recomendaciones de Sanderson para este grupo son simples: hay que aprender a seguir adelante, no estancarse en la búsqueda de la perfección, y preguntar: “¿Cómo quiero que acabe?” aunque sea a modo de referencia. Encaminados el principio y el final, el viaje es mucho más amable.

PLANIFICADORES (OUTLINERS)
En la otra cara de la misma moneda se hallan los planificadores, también denominados arquitectos o ingenieros de las palabras. Chulo, ¿que no? Son, claro está, lo contrario a los exploradores: necesitan saber qué van a escribir antes de sentarse a ello. Si se ponen a escribir sin una guía, el vacío de la página en blanco se los traga y nunca empiezan su historia. ¿Quién no ha sentido alguna vez ese apabullamiento frente a la primera página del Word?

Cada cual pelea el bloqueo como puede. Los planificadores, esbozando el argumento en sucio, resumido, apuntado esquemáticamente o escrito para sí como una nota a su yo del futuro. Sanderson cuenta que esta forma de escribir tiene mucho que ver con la ingeniería y la arquitectura en el sentido de construir una historia a partir de piezas pequeñas, pero no es un abc que sigan a pies juntillas (habrá quien sí lo haga) sino más bien un mapa con el que orientarse en su propio universo. Personalmente, me reconozco aquí. Suelo hacerme escaletas para todo porque si no se me olvidan las subtramas y me la lío a mí misma.

Pero ¿de qué pie cojean los planificadores? Probablemente de todos, incluso de los pies de otro.

🔹 Mucho ‘worldbuilding’ y pocas palabras. Como quieren tenerlo todo atado, invierten muchísimo tiempo en el contexto, los arcos de los personajes, el tipo de tela que se usa en esa ciudad, el idioma, la fauna y la flora; que está fenomenal mientras te sientes a escribir de una vez. ¿Cuántos mundos estarán esperando su historia? En mi caso, un montón.
🔹 Son culos inquietos. No revisan. Escriben, terminan y a otra cosa. Pierden el interés por la historia en cuanto ponen punto final y su ilusión se va hacia otro proyecto. Y si revisan, no paran de pensar en su próximo proyecto.

Sanderson les recomienda no detenerse tanto en los detalles y escribir, es decir, coger un poquito del carácter de explorador e imprimírselo a uno mismo, y viceversa para los exploradores, que deberían de tener algo atado antes de empezar su aventura. Él  prefiere bocetar el universo al detalle y dejarse llevar con los personajes. Si la historia es muy compleja (imaginemos El Archivo de las Tormentas), se hace un guion también con las tramas y las subtramas. Lógico. Al final, está claro que no sabes qué tipo de escritor eres hasta que no escribes.

💮 Todas las clases de Brandon Sanderson, aquí. 💮

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