John muere al final, de David Wong

2:41:00

Menuda gamberrada de libro.


Autor: David Wong

Editorial: Valdemar
Colección: Valdemar Insomnia
Páginas: 576
Precio: 29,90 euros
Sinopsis:
STOP: •NO DEBERÍAS HABER PUESTO TUS MANOS EN ESTE LIBRO. •NO, NO LO DEJES. ES DEMASIADO TARDE. •ELLOS TE ESTÁN OBSERVANDO.Mi nombre es David Wong. Mi mejor amigo es John. Son nombres falsos. Puede que no desees saber nada sobre las cosas que leerás en estas páginas: lo de la salsa, lo de Korrok, lo de la invasión y el futuro. Pero es demasiado tarde. Has tocado el libro. Ya formas parte del juego. Estás bajo el ojo. La droga se llama “salsa de soja”, y proporciona a sus consumidores una ventana a otra dimensión. Ni John ni yo pudimos evitarlo. Tú todavía puedes. Siento haberte involucrado en esto, en serio. Pero cuando leas sobre estos terribles sucesos y la época sumamente oscura en la que el mundo está a punto de sumergirse por su causa, es crucial que recuerdes una cosa: YO NO TENGO LA CULPA DE NADA DE ESTO.

Mi acercamiento a John muere al final fue gracias a la adaptación cinematográfica de Don Coscarelli, que recibió el Premio del Público en el Festival de Philadelphia y otros cuatro galardones más en eventos de Sitges, Chicago y Toronto. La edición de Valdemar contiene dos prólogos, del director y del autor respectivamente, contando la odisea que supuso dirigir y presentar una obra tan característica a un público acostumbrado al corte hollywoodense. Porque os aseguro que no existe una palabra concreta para acotar un libro que navega con igual destreza por el humor, el gore, el terror, la fantasía y el surrealismo sin que un género ahogue a otro. Debido a la dificultad para clasificarlo en un nicho concreto del mercado (y demás factores), hemos recibido la historia de Dave y John ocho años después de su publicación original en 2007, pero lo que cuenta es que ya está con mamá. John muere al final nació en su blog al estilo folletín 2.0 que actualizaba cada noche de Halloween. Y, en pocas palabras, prosperó con la naturalidad de las buenas historias

Así empieza:

“Resolver el siguiente acertijo te revelará el terrible secreto del universo, siempre que no acabes totalmente loco en el intento. Si resulta que ya conoces el terrible secreto del universo, puedes saltarte esta parte”.

La novela se divide en dos partes. En la primera, Wong nos pone al día de la fama que tienen John y Dave como ‘detectives’ de lo paranormal en la ciudad de Oculta. También presenciamos los efectos de la salsa de soja. Nunca nos lo cuentan explícitamente, pero ninguno es feliz con la vida que lleva, si acaso John porque es un hombre especial. Cerca del final de la primera parte, peleando contra unos monstruos con peluca en Las Vegas, la sensación es que Dave pagaría por volver a trabajar en el videoclub que tanto odia a cambio de dejar aquello atrás. En la segunda parte el estilo de Wong se ensombrece para mostrar una ciudad carcomida por la lenta invasión de monstruos, y con él la ambientación adquiere tintes tenebrosos. Algunos pasajes me recordaron al Alan Wake, por eso de sentirse a salvo bajo la luz de una farola.

Fuente.
Está escrita en clave de humor, y sin embargo admiro el don del autor para tejer una escena malrollera, de auténtico terror, de asco, de estrés y desesperación para deshacerla a su antojo. David Wong juega con miedos cotidianos, como ese miedo estúpido a que el monstruo de debajo de la cama te coja del tobillo y te arrastre al inframundo. O el miedo a mirar tu reflejo después lavarte la cara y ver a alguien detrás. En cualquier caso, Wong te lleva al límite y luego te suelta; es como si las carcajadas estuvieran colocadas a propósito en momentos cumbre para aliviar la tensión. John muere al final se ríe en la cara de los tópicos. Se parodia a sí mismo. 

“Lo que yo vi en ese momento era un payaso allí de pie con la tripa abierta a jirones, como si hubiera sido cortada con un cúter desafilado. Estaba… ¿Cómo podía decirlo delicadamente? […] El payaso usaba sus propias manos enfundadas en guantes blancos para llevarse a la boca un cordón de sus propios intestinos. […]Sus expresivos ojos de dibujo animado latían con un terror a punto de desbordarse en locura. Las lágrimas le surcaban el rostro, y el sudor brillaba en su frente. Aquellos ojos […] contaban la historia no solo de un hombre comiéndose a sí mismo, sino de un hombre siendo obligado a comerse a sí mismo”.

El desarrollo se ve altamente enriquecido por la construcción no lineal de la historia. Dave salta de un recuerdo a otro dejando que el lector se encargue de sacar conclusiones, pero es tal el aluvión de imágenes y conceptos y escenas que prevés que van resolverse cincuenta páginas más tarde y de las que quieres acordarte, que más te vale disfrutar del camino hacia las profundidades. Para más inri, Dave utiliza el mítico recurso “si hubiera sabido que esto iba a pasar, habría actuado diferente”, una tentadora invitación antes del cliffhanger de turno. A mí me encantan, pero entiendo que el uso excesivo les haga perder valor. 

Me gustaría destacar por encima de todo la voz narrativa. David Wong, Dave para nosotros, rebosa humanidad por los cuatro costados. Podría no haber sido así dado que la trama es lo suficientemente interesante para sostenerse por sí misma; los personajes podían haber formado parte del lienzo general como excusa para seguir el hilo conductor, pero casi es al contrario: si por Dave fuera, la historia de las personas sombra, el ojo azul que le mira en la oscuridad y Korrok habrían terminado en la segunda página. El protagonista se desmarca del contexto habitual en el que el personaje acepta su destino aunque implique sufrimiento. Dave, huye. Se pasa literalmente tres cuartas partes del libro huyendo de la oscuridad, intentando pasar página cada vez que vive un suceso extraño y rocambolesco mientras John le lía con nuevas ideas. El lector se fusiona a la perfección con el monólogo interno de Dave, primero por lo obvio, porque ver monstruos hechos de trozos de carne y sombras no es normal, y segundo porque la empatía hacia su entorno y él mismo crece conforme revela su historia personal.

Fuente.
John muere al final abarca varios años de la vida de los personajes, que además es un elenco diverso que entra y sale de escena de manera natural. Quiero decir que estamos acostumbrados a que los personajes sean siempre los mismos a lo largo del libro, con ligeras variaciones (como muertes, desapariciones o incorporaciones) que a veces parecen más producto de un deus ex machina conveniente que de aportaciones lógicas. Se me hizo sorprendentemente normal que algunos personajes se bajaran del barco. Paraos un momento a pensar en ello. Si vivierais una situación paranormal, ¿no dormiríais con la luz encendida? Y si esas situaciones se convirtieran en una constante, ¿no os cagaríais de miedo? Yo ya habría hecho las maletas. También es que como heroína no valgo un duro.

“—¡BAJEN ESO!
[…]John no bajó el lanzallamas. En lugar de eso, dijo:
—Baja tú la tuya, gilipollas.
—Yo de usted obedecería, señor —dije—. Estamos cabreados.
—TIENEN UN SEGUNDO PARA TIRAR LA MOTOSIERRA Y ESA… COSA.
En ese momento, John se lanzó al suelo y gritó:
—¡ME HA DISPARADO! ¡AAARRRRGGG!
No se había efectuado ningún disparo. Corrí al lado de John.
—¡Le ha disparado! —exclamé—. ¡Tiene cuatro hijos! O debería decir, cuatro huérfanos”.

Soy consciente de que me dejo muchas cosas en el tintero, pero tampoco quiero incidir más en los personajes o en ciertos aspectos de la trama en una reseña sin spoilers. Bastante he contado ya. No penséis que el surrealismo no da pie a buenas reflexiones o que los malos son malos y ya está. La tuerca no para de girar. David Wong no para de sorprender hasta el mismísimo final. La clave para disfrutar de John muere al final es leer sin prejuicios, caer suavemente en una agradable suspensión de la credibilidad mientras Dave, por ejemplo, habla con John a través de una bratwurst. Con mostaza y kétchup incluido, sí.

Otros artículos interesantes

0 comentarios

Si te ha gustado, ¡déjame un comentario!