Un pingüino en zapatillas
7:30:00
Eloy iba de camino a casa. No era ni media tarde y las nubes, antes oscuras y peligrosas, habían dado paso a un sol caluroso. El cumpleaños de Violeta aún duraba, pero él no había sido invitado.
Después de presentarse en su casa, apelando a la compasión que podría aflorar en ella al marginarle y recibir una negativa sólo por ser Eloy Cañas —pues de nada más le conocía Violeta—, había vuelto a casa a por su disfraz de pingüino. Iba a demostrarle que era un chico simpático aunque no fuera tan fanfarrón ni jugara al fútbol como Javier.
El disfraz era de pieza única, así que Eloy se lo puso de abajo arriba, subió la cremallera para ponerse la capucha y bajó la visera que conformaba el pico. Así, oculto en el forro polar, nadie sabría su verdadera identidad.
Cuando volvió a la fiesta y llamó al timbre, le abrieron la puerta sin preguntar quién era el que respondía al nombre de Pingüino. Fue un logro entrar en la casa, pero fue todavía más increíble ver que los demás, incluida Violeta, le prestaban atención.
—¡Eh, chico pingüino! ¡Molas!
—¿Dónde te lo has comprado? ¡Quiero uno igual!
—¡Estás invitado a mi fiesta!
Y así uno tras otro. Le ofrecieron refresco y comida como si fuera el rey de la fiesta, trasportando a la cumpleañera a un segundo plano. Nadie se había fijado en que llevaba zapatillas de deporte ni, bueno, en que no era un pingüino en realidad, pero no parecía importarles. De repente era uno más.
Eloy se sentía eufórico. Había jugado con otros niños al baloncesto y al pañuelo, y no le habían empujado ni una sola vez. Estaba maravillado, asombrado. Quizás al día siguiente podría explicarles que él era Pingüino, y así acabaría con sus recreos de soledad. Sus compañeros no eran tan malos, pensaba, pues ahora se estaban comportando bien. ¡Y todo por ser un pingüino! ¿Sería el animal preferido de toda la clase?
No, se dijo, desinflándose como un globo, claro que no. Les había caído bien por ser otro que no fuera Eloy, no por ser un pingüino; cualquier disfraz hubiera valido. Cuando asimiló esta razón, que fue quemándole por dentro hasta sentir que se abrasaba, bajó la cremallera hasta quedar al descubierto.
—¡Violeta! —dijo uno—. ¡Eloy se ha colado en tu fiesta!
Violeta se aproximó a todo correr con los labios fruncidos. Aquel pingüino, que le había robado toda la popularidad en su propia fiesta, ¿era Eloy Cañas? Es decir, ¿Eloy le había hecho ser el segundo plato de sus amigos?
—Fuera. Fuera de aquí —susurró, y todo el mundo la oyó.
—¡No entiendo por qué! —gritó Eloy, cansado y a punto de llorar—. ¿Por qué tengo que marcharme? ¿Por qué soy el único al que no has invitado? ¿Qué diferencia hay entre el pingüino y yo?
—No conozco al pingüino… O eso creía —replicó la niña.
—¡Ni a mí tampoco! ¡Y has preferido a un pingüino con zapatillas antes que a mí!
Violeta acusó sus palabras, tan cambiante como solo una niña de ocho años podría ser. Eloy, sin embargo, era un volcán en erupción, y siguió hablando.
—Ya no quiero estar aquí. Puedes quedarte con el pingüino si tanto te gusta.
Eloy tiró el disfraz a los pies de Violeta y huyó tan deprisa como le permitieron sus pies. De camino a casa pasó frío, pero apenas lo notó.
Después de presentarse en su casa, apelando a la compasión que podría aflorar en ella al marginarle y recibir una negativa sólo por ser Eloy Cañas —pues de nada más le conocía Violeta—, había vuelto a casa a por su disfraz de pingüino. Iba a demostrarle que era un chico simpático aunque no fuera tan fanfarrón ni jugara al fútbol como Javier.
El disfraz era de pieza única, así que Eloy se lo puso de abajo arriba, subió la cremallera para ponerse la capucha y bajó la visera que conformaba el pico. Así, oculto en el forro polar, nadie sabría su verdadera identidad.
Cuando volvió a la fiesta y llamó al timbre, le abrieron la puerta sin preguntar quién era el que respondía al nombre de Pingüino. Fue un logro entrar en la casa, pero fue todavía más increíble ver que los demás, incluida Violeta, le prestaban atención.
—¡Eh, chico pingüino! ¡Molas!
—¿Dónde te lo has comprado? ¡Quiero uno igual!
—¡Estás invitado a mi fiesta!
Y así uno tras otro. Le ofrecieron refresco y comida como si fuera el rey de la fiesta, trasportando a la cumpleañera a un segundo plano. Nadie se había fijado en que llevaba zapatillas de deporte ni, bueno, en que no era un pingüino en realidad, pero no parecía importarles. De repente era uno más.
Eloy se sentía eufórico. Había jugado con otros niños al baloncesto y al pañuelo, y no le habían empujado ni una sola vez. Estaba maravillado, asombrado. Quizás al día siguiente podría explicarles que él era Pingüino, y así acabaría con sus recreos de soledad. Sus compañeros no eran tan malos, pensaba, pues ahora se estaban comportando bien. ¡Y todo por ser un pingüino! ¿Sería el animal preferido de toda la clase?
No, se dijo, desinflándose como un globo, claro que no. Les había caído bien por ser otro que no fuera Eloy, no por ser un pingüino; cualquier disfraz hubiera valido. Cuando asimiló esta razón, que fue quemándole por dentro hasta sentir que se abrasaba, bajó la cremallera hasta quedar al descubierto.
—¡Violeta! —dijo uno—. ¡Eloy se ha colado en tu fiesta!
Violeta se aproximó a todo correr con los labios fruncidos. Aquel pingüino, que le había robado toda la popularidad en su propia fiesta, ¿era Eloy Cañas? Es decir, ¿Eloy le había hecho ser el segundo plato de sus amigos?
—Fuera. Fuera de aquí —susurró, y todo el mundo la oyó.
—¡No entiendo por qué! —gritó Eloy, cansado y a punto de llorar—. ¿Por qué tengo que marcharme? ¿Por qué soy el único al que no has invitado? ¿Qué diferencia hay entre el pingüino y yo?
—No conozco al pingüino… O eso creía —replicó la niña.
—¡Ni a mí tampoco! ¡Y has preferido a un pingüino con zapatillas antes que a mí!
Violeta acusó sus palabras, tan cambiante como solo una niña de ocho años podría ser. Eloy, sin embargo, era un volcán en erupción, y siguió hablando.
—Ya no quiero estar aquí. Puedes quedarte con el pingüino si tanto te gusta.
Eloy tiró el disfraz a los pies de Violeta y huyó tan deprisa como le permitieron sus pies. De camino a casa pasó frío, pero apenas lo notó.
8 comentarios
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSe me ha hecho corto y con un final... pues un poco soso, para qué negarlo xD
ResponderEliminarQuizás, si hubiera habido un poco más de tensión al final... no sé, alguna descripción. Me he imaginado a Eloy rojo como un tomate, gritando xDDD
Aunque la idea del disfraz es buena. Y la frase de "¡Y has preferido a un pingüino con zapatillas antes que a mí!" me ha encantado.
Espero impaciente el siguiente relato, Spardi :3
Me gusta que me trates con sinceridad :3 Un pingüino en zapatillas es bastante más largo, en el word me ocupa casi 5 hojas y está por terminar. Imagínate, quería poner ese, pero 5 hojas... xDDD Así que lo he encogido y ha quedado regular ^^U
ResponderEliminarAprecio mucho que me comentes y que seas sincera. Thankius, nena <3
Un pingüino en zapatillas es más original que una persona. Aunque a uno no lo conozca de nada, siempre puedes decir que eres un privilegiado xD
ResponderEliminarMis tonterías a parte, me gusta la idea de pasar desapercibido con un disfraz y que quieran antes al disfraz que a ti.
Y como dije en twitter, aquí estoy con mi comentario XD.
ResponderEliminarLa idea me ha gustado mucho. Vamos, un niño disfrazado de pingüino me parece algo adorable. Y si a eso le sumamos que lleva unas zapatillas, pues... Oish xD. En resumen, que me ha gustado la idea xD Me ha parecido original y muy cuca :'3
También, como dice Trinia, me gusta la idea (palabra repetida en este comentario hasta la saciedad,por cierto lol), de pasar desapercibido cuando vas disfrazado y que prefieran a ese disfraz antes que a ti mismo. No sé. Me gusta lo que representa (vete tú a saber por qué).
Ahora, como dijo Misvan, creo que le falta algo cerca del final. No sé lo qué (tal vez tensión), pero me parece que hubiese quedado mejor si se hubiese alargado un poco el relato (añadiéndole ese ingrediente indeterminado en mi comentario xD Eso que le falta que ni yo misma sé qué es exactamente).
Pero bueno, como acabo de leer que hay una versión más larga, pues no me quejo xDDDDDDDDDD
:'3 Esperaré el siguiente.
Qué cucoooo :3
ResponderEliminarAunque he tardado un rato en darme cuenta de que los personajes eran niños pequeños. Llámame corta xD
No sé qué decir que no te hayan comentado ya. Me ha gustado el tema, aunque no he notado que el texto fuera muy fluido. Creo que hay unas cuantas comas de más para un texto tan pequeñito, pero esto ya es como lo que comentabas hace poco: ¿está mal de verdad, o es así como lo haría yo?
Anyway, me ha parecido muy mono. ¡Espero el siguiente! :D
Hola Eleazar
ResponderEliminarPues yo, para demostrar eso de la relatividad de la crítica literaria, de la que hablé hace tiempo en mi bitácora (creo, que no me acuerdo bien), voy a contradecir todos los fallos que te han encontrado.
Encuentro el final del relato muy bien. No pienso que le falte ni tensión, ni creo que haga falta recrearse más en la "rabieta" de Eloy. Un buen cuento, por la necesidad que impone su brevedad, debe sugerir más que describir. A mí, la frase: "Eloy, sin embargo, era un volcán en erupción" me parece que da toda la tensión que se necesita en una narración tan breve.
No es que esté en contra de las descripciones, pero son una técnica muy difícil de usar en narrativa breve, aunque sean obligatorias en novela. También rematas y sugieres muy bien en la última frase del relato.
Como ves, para mí el final está bien cerrado y no le añadiría ni una palabra más. Es cuestión de gustos.
Luego está el asunto de las comas. En mi opinión, no sobra ninguna. Hay muchas, relativamente, porque introduces aclaraciones dentro de las frases ("pensaba", "se dijo", oraciones subordinadas). Pienso que, en narrativa breve, si quieres dar densidad a lo que estás escribiendo es un recurso, muchas veces, inevitable, y que le da a la narración un estilo pausado. Además, es cuestión de gustos. Ya ves que yo también uso muchas comas :-D.
O sea, que me parece bien escrito este relato. Tanto en estilo como en temática. La metáfora del disfraz de pingüino es muy acertada.
Un saludo.
Juan.
¡Gracias a todas! Juan, por mayoría numérica te tengo que meter en el saco de las chicas, xDD
ResponderEliminarSobre gustos no hay nada escrito, y quien se atreviera tendría muchííísimo trabajo por investigar y escribir.
Me ha gustado ver la variedad de opiniones. No se me da nada bien el relato breve (bueno, ni las novelas, para qué nos vamos a engañar ajaj) pero hay que practicar para ir mejorando. El blog es un campo de pruebas.
Otra veeez,muchas gracias por pasaros *__*
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